Prólogo a la versión impresa
De todas las etapas y corrientes que en la historia del arte se han sucedido, hay una que siempre me ha atraído excepcionalmente: el Renacimiento; y no tanto por su estética o por los logros en ella alcanzados, que también, sino por ese halo legendario que rodea a todas los grandes creadores de ese tiempo. Personajes capaces de sobresalir en disciplinas tan dispares como la arquitectura, la pintura, la escultura o la ingeniería, alcanzando en todas ellas cotas hasta entonces impensables por nadie. Y siempre me ha asaltado la duda de si es posible aunar en un sólo hombre habilidades tan distintas.

Personalmente considero que eso sólo es posible si se dispone de una mente lo suficientemente esponjosa y abierta para absorber tal disparidad de conocimientos y sensibilidades y desarrollar las habilidades necesarias para plasmarlo en cada una de las disciplinas.

¿Es eso posible) ¿existen seres humanos con semejantes mentes?, creo que sí, de hecho la historia se empeñado machaconamente en demostrarlo y más que esos grandes libros que siempre son mucho más abstractos e impersonales, me baso para dicha aseveración en la experiencia personal, en el roce cotidiano con uno de ellos: mi padre. Alberto Gallegos Quintano es ese prototipo de hombre de Renacimiento con una mente preparada para la ingeniería y otras especialidades científicas y a la vez con la suficiente sensibilidad y habilidad para expresarse con brillantez en la pintura o en otras facetas del arte. Aunque la habilidad en hombre como él no es tanto un don recibido como una técnica adquirida desde la incesante búsqueda de la perfección creativa que la caracteriza.

Este libro-catálogo, que hace ya tiempo llevaba barruntando, nace desde la profunda admiración que me produce el Alberto Gallegos Quintano pintor. Todo aquél que alguna vez ha intentado pintar sabe que la verdadera dificultad de un cuadro radica en reflejar no tanto lo que se encuentra delante de los ojos, sino lo que está detrás, y eso es algo en lo que mi padre es especialista. Con tan sólo unos trazos es capaz de animar lo inanimado, de hacer brotar el caudal de vida que es esconde detrás de cada escena por él retratada. Algo que sólo una sensibilidad artística como la de él es capaz de conseguir.

Pero ese no es el único motivo para la realización de este catálogo. El alma de un artista no sólo se excita con la conclusión de la creación tal y como estaba pensada, sino con el reconocimiento de los demás. Descubrir que la obra creada es del gusto de los que te rodean no es sólo un placer momentáneo sino un acicate para la voluntad creadora. Pues bien, admiro todos los cuadros contenidos en este catálogo, desde el primero hasta el último, desde el más grande y complicado al más pequeño y sin acabar, desde los óleos a los carboncillos, desde las acuarelas a los pasteles, desde los impresionistas a los realistas, desde los marineros hasta los campestres, me gustan todos y espero que siga pintando muchos cuadros, para que de vez en cuando me encapriche de alguno y me lo lleve a casa y siga envidiando el talento de mi padre.